Reparto: John David Washington, Alicia Vikander, Vicky Krieps, Maria Votti, Lena Kitsopoulou, Boyd Holbrook, Yorgos Pirpassopoulos.
Dirección: Fernandino Cito Filomarino
Género: Thriller, Drama
Clasificación: +16
Duración: 1h 50m
Sinopsis: «Un turista estadounidense se da a la fuga luego de que un trágico accidente en Grecia lo hunde en una conspiración política que lo convierte en el blanco de un asesinato». (Netflix)

Una joven pareja con una química increíble despierta y el orgánico diálogo recuerda a este cine independiente, el mal llamado ‘cine arte’. La química es innegable. De fondo, un idílico paisaje en Grecia, colores deslavados que dan un aspecto natural. En menos de cinco minutos, Cito Filomarino, el director italiano, otrora pareja de Luca Guadagnino, establece el mood de «Beckett». O eso pensamos, porque la película se convierte en un viaje de momentos que van cambiando el ritmo de la historia con una cohesión respetable, pero sin cuidar realmente la verosimilitud ni consistencia, confiándose en que el espectador ya está lo suficientemente involucrado en lo que ocurre.
Existen, a gran escala, tres formas de escribir este tipo de cine: Thriller, Misterio y Suspense. La particularidad de «Beckett» es que toma prestados efectos del misterio y el suspense para aplicarlos en un thriller, con resultados interesantes, pero cuestionables. Tras terminar el primer acto de la película, lo que parecía ser una historia con tintes de cine alternativo, con otra perspectiva, se transforma en un thriller político-policiaco. Ni el protagonista ni nosotros entendemos lo que está pasando, pero siempre está pasando algo, como el más puro cine de suspense, con la particularidad de que estamos apoyando al que podría ser ‘el villano’: Beckett es el blanco de la cacería, el fugitivo, contando su historia en primera persona, algo propio del género de misterio. Con una predominancia en la acción física y la velocidad de las situaciones, nos introducimos en una conspiración que, parece, tendrá grandes consecuencias. El trabajo para establecer la solidez desde la escritura se hace presente en el análisis, pero no se traduce en una historia lógica, que al final parece necesitar de esta velocidad para no exponer sus tantos agujeros argumentativos que, en el fondo, no son graves.

A pesar de que, tras la primera media hora, el ritmo de la película cambia, no lo hace su ‘arte’: continúa viéndose distinta, llamativa, mostrando este thriller a través de otra perspectiva; el lente de Filomarino presenta una visión osada que evoca el cine de Hitchcock, Fincher, o incluso al cine escandinavo, pero sin ser una copia, mas solo un leve homenaje. Los tonos desteñidos y levemente azules, melancólicos, contrastan con la acción ocurriendo en pantalla, destacando así entre la dura competencia en un género colapsado. La forma de ubicar la cámara, de forma íntima, inmiscuyéndonos entre sus personajes, o con grandes planos en movimiento que nos hace difícil entender lo que pasa, poniéndonos en la misma posición que su protagonista. La ignorancia es lo que alimenta la incertidumbre, y así trabajan el filme desde cada punto, con su cuidado trabajo de cámara y color, como también con su sutil diseño sonoro, con música que acentúa la tensión y velocidad.
Una película que puede ser muy llamativa pero, finalmente, se termina sosteniendo por sus actuaciones. Aquí es donde John David Washington se roba la película, en parte por obligación, pero también por mérito propio gracias a su talento. Beckett, el personaje, tiene una construcción muy peculiar en el sentido en que no sabemos nada de su backstory y eso es lo que abre un abanico de posibilidades en sus actuar, a pesar de que la credibilidad de estas mismas reacciones se va cayendo poco a poco, consecuencia de la metamorfosis que va sufriendo, perdiendo lógica, pero estando a la altura de las necesidades de la situación, otro aspecto clásico del cine de thriller. Aun así, confirma su calidad actoral al sostener la película cuando más se le necesita.

Todo thriller tiene un misterio que resolver y, en este caso, la conspiración en la que Beckett se ve involucrado urge una respuesta que, a medida que avanzan los minutos, se va haciendo menos y menos importante para el espectador, primando más la seguridad de su protagonista en la pugna contra una fuerza antagónica que demora en establecerse y jamás aclara sus motivaciones, con la intención de enaltecer el misterio, lo que se traduce en un clímax débil e irrelevante que no consigue recompensar las expectativas que generan la inversión en la historia.
Sin embargo, la combinación de los distintos factores artísticos y argumentativos de «Beckett», junto con el atrevimiento a presentar algo distinto, y su fuerte y clara crítica social al auge de la ultraderecha, permiten disfrutar un grato thriller de acción, si entendemos que la exigencia no tiene porque ser tan alta siempre.
6/10