Autor: Andrés Valdivia
Título original: «Detén el Invierno»
Año de lanzamiento: 2022
Páginas: 186
Distribuye en Chile: Editorial Planeta
Sinopsis: “¿Qué harías si tu hijo es diagnosticado de una grave leucemia? A través de un íntimo y honesto relato el autor nos invita a reflexionar sobre el amor, la vida, la muerte y el verdadero significado de ser padre”. (Editorial Planeta)

Andrés Valdivia (Santiago, 1976) es muchas cosas. Ingeniero Civil, compositor de bandas sonoras, empresario, fundador de varias empresas tecnológicas y profesor. Este popurrí de profesiones, ocupaciones, talentos y gustos son le dan su identidad a «Detén el Invierno», su primera novela, que es una obra autobiográfica ficcionada, donde relata, con dureza y humor, el terrible viaje que significa tener un hijo con cáncer.
Desde leer la temática ya entendemos que la novela no presenta una lectura amable que nos alegre la tarde, teniendo que recorrer en primera persona los mas de dos años entre idas y vueltas con doctores, clínicas y tratamientos. La novela funciona como un diario de vida sin escribir ni editar, pensamientos intrusivos y no tan intrusivos, de esos que la mitad ocurren mirándonos al espejo y que no se dicen nunca a nadie. Es una especie de vómito verbal del que generalmente habría que hacer sentido, pero la forma de escribir de Valdivia hace ese trabajo por nosotros, y el hilo narrativo se mantiene, a pesar de la poca presencia de diálogos, sin otras perspectivas; pero que logra de forma sólida no hacer sentir la historia como si fuese sobre su narrador, sino sobre J, el pequeño hijo pasando por la temible experiencia de vivir con cáncer.
Es obvio que, tras leer las primeras páginas, nos preguntamos solo una cosa: ¿cómo se cuenta una historia así? Lo que, a todas luces, deberían ser poco menos de 200 páginas de estrés, ansiedad, angustia y nudo en la garganta, termina siendo un viaje lleno de lenguaje crudo, técnico, horas en vela y mucho, mucho miedo, pero con un ingrediente mágico, que funciona como el motor en «Detén el Invierno»: el humor. El humor que acompaña al horror. Ese humor que da risa, a veces una risa incómoda, pero es humor igual. Ese horror que se comparte, se siente y no se va nunca, a pesar de pasar página tras página. Las dos ‘h’ que mueven la historia y se convierten en el sello de Valdivia.

Y es que el lenguaje interno de su autor es el punto central de la novela, nos hace sentir partícipes de la historia, que vive de la forma íntima en que el autor las expone. Nos hace odiarlo a ratos, querer cerrar el libro para que, por un rato, deje de existir, ya sea por su lenguaje, su forma de expresarse o su excesivo uso de la ironía, pero ni todo eso logra borrar la empatía, la emoción más importante que transmite el relato, algo que el Valdivia-narrador sentiría inútil dentro de su propia (y comprensible) amargura, pero que el Valdivia-autor necesita para poder conectar con «Detén el Invierno», donde voluntariamente abre su vida íntima a un proceso que ya le robó su privacidad y, en sus palabras, a ratos la dignidad. No es fácil, pero se puede. Y se logra.
No se puede contar mucho de la historia sin arruinarla, algunas cosas ‘hay que vivirlas’, dicen por ahí. La experiencia de la novela es algo que nadie debería vivir, la pérdida de los espacios, de los procesos naturales de la vida, y ese sinfín de cosas que se acaban y no vuelven, pero si podemos dejar algo muy claro: no es una de esas historias bonitas con una moraleja absurda, rebuscada y cruel al final. No se trata sobre el aprendizaje, sobre el lado bueno de las cosas ni del optimismo. No. ¿Quién puede ser tan macabro de encontrarle algo positivo al cáncer? Es lo que es, un proceso, y puede no gustarnos, pero eso no es problema de su autor, a quien tampoco le interesa caer bien. ¿Por qué le importaría? Cuando estuviste años transitando por espacios donde la vida se acaba prácticamente antes de empezar, tienes permiso de ser un poco desagradable, un poco soberbio, un poco pesimista. Valdivia se lo ganó, y se lo merece en un atisbo de curación personal o, simplemente, un desahogo de un padre.

Con una extensión que se siente corta (porque queremos saber más) y larga (porque no queremos más detalles), en un spanglish con varias referencias pop, con un narrador honesto, sin filtros, «Detén el Invierno» es una travesía llena de horrores, dolor y desesperanza, camuflados en un humor irónico que incentiva a continuar con la lectura, desatando sentimientos encontrados, siempre con comprensión y empatía, y cubriendo este manto conflictivo, que no pretende dejar enseñanzas o mensajes optimistas. Es una carta (de amor y odio) a su familia, amigos, cercanos y profesionales que lo acompañaron (y los que no), que nos hace parte de su proceso íntimo, dejándonos a las y los lectores ante un hecho innegable: no podemos juzgar el dolor ajeno.
Frase Favorita:
“Tuve miedo.
No de la ira de dios.
Sino de la mía propia, una que supongo se irá transformando en pena.
Pero aún no llega.
Me quedan océanos de lágrimas que no han llegado”