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Review «La Ballena»: Como encallar en medio del mar

Reparto: Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton

Dirección: Darren Aronofsky

Género: Drama

Clasificación: +14

Duración: 1h 54m

Sinopsis: «Un solitario profesor de inglés con obesidad severa (Brendan Fraser) intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención». (Filmaffinity)

Brendan Fraser es Charlie, un profesor universitario que vive con obesidad severa. Foto: A24

Mucho se puede decir del último estreno de A24, pues es el nuevo éxito del director Darren Aronofsky después de dos discretas películas («Noah», «Mother!»), pero cualquier cosa pasa a segundo plano al anunciar lo obvio: Brendan Fraser regresa al cine tras casi 20 años participando de pocas cintas tras una fuerte depresión y problemas de salud, sumado a un presunto caso de abuso que sufrió por parte del entonces presidente Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, con una denuncia que realizó en 2018. La carrera del actor canadiense-americano sufrió gravemente todo esto, pero con «La Ballena», Fraser ha recibido mas de 40 nominaciones, ganando varias de estas y destacando su nominación a Mejor Actor en los premios de la Academia. Definitivamente, tras unos años 2000 colmados de éxitos, podemos decir que está de vuelta.

Aronofsky es un director que sabe de dramas psicológiocos. «Pi», «Requiem por un Sueño» y «El Cisne Negro» son ejemplos de cómo su obra se ha formado a través de contar historias dramáticas con profundidad en sus complejos personajes, apoyadas siempre en actuaciones destacadas. «La Ballena» es la tercera película del director en que no participa como guionista, siendo escrita por Samuel D. Hunter, autor de la obra de teatro homónima en que la producción se basa.

Hong Chau entrega una actuación honesta que se convierte en una representación del público. Foto: A24

La responsabilidad en el director era clara: necesitaba darle a Fraser un papel potente, mientras entregaba respeto a la hora de contar la historia de Charlie, un profesor universitario que vive con obesidad severa, que lo ha hecho recluirse del mundo y de su hija. Las críticas, claro, fueron rápidas y duras: el uso de prótesis para acentuar la enfermedad de Fraser acusaron que el trato de su personaje no era digno, al mostrarlo como una persona con depresión severa que come en cantidades insanas. Pero la respuesta del director fue clara: el uso de maquillaje se ha dado desde siempre y es un método más de la actuación. Además, la dignidad que prometió Aronofsky a la hora de contar la historia, se nota en cómo Charlie no es blanco de burlas por su peso, sino que es un reflejo de la sociedad y su forma de categorizar a la gente que vive con una enfermedad como la obesidad. Sí, existen conductas que podrían considerarse estereotipos, pero más bien son arquetipos que muestran cómo el hombre llegó a su condición, y jamás buscan burlarse de él, sino que cada acto tiene su justificación en la trama. Además de todo esto, Charlie es, a pesar de todo lo que ha vivido, un hombre lleno de amor y optimismo, y no un personaje triste y miserable.

Aun así, las críticas no dejan de ser válidas, porque provienen, en su mayoría, de voces autorizadas, parte de personas que efectivamente han sufrido los estigmas de la discriminación por su obesidad, y no de gente que busca posicionarse como guardianes de temas que no comprenden. No hay que hacer oídos sordos a lo que digan personas que se encuentra en estos grupos oprimidos, y es bueno que las controversias se puedan escuchar y entender desde su contexto.

Con «La Ballena», Fraser ha recibido mas de 40 nominaciones. Foto: A24

La trama es simple, porque «La Ballena» es una película de personaje, donde el flujo de la historia está centrada en sus emociones y el resto del elenco gira con él y su vida. Charlie es la ballena, no por su tamaño, sino por su realidad. Es un animal gigante, hermoso, cada palabra que sale de su boca resulta ser una breve canción llena de amor, un poema incomprendido para el resto del mundo. Charlie es una ballena que encalló, pero no en las costas donde todo el mundo puede verlo, sino en medio del mar: invisible, anónimo y solitario, dinde solo un largo viaje puede permitir ofrecerle algo de ayuda en la forma de contención. Liz (Chau), su amiga y pseudo-cuidadora, es quien emprende este viaje: él es su ballena blanca, pero este Ishmael no busca asesinarla, sino ayudarla; aunque Charlie no nada a la profundidad del mar, solo se queda quieto, esperando. La decisión de reconectar con su hija Ellie (Sink) tras ocho años, es el punto que gatilla una introspección en el protagonista, quien ya no quiere (o no puede) cambiar, solo arrepentirse de sus errores del pasado, en su lenguaje incomprensible que necesita la traducción de Liz, su verdadera interprete en esta triste historia.

A pesar de todo, Charlie se mantiene levemente optimista, viendo el mundo como un lugar hermoso, casi extranjero para él, donde la gente es preciosa, buena y genial; una barrera que el mismo ha puesto para no querer ser una víctima de la sociedad, a la que jamás culpa. El ha llegado donde está por si mismo, incluso cuando todo indica lo contrario. Los personajes de Ellie, rebelde sin causa que esconde una vida llena de tristeza y dolor, y Thomas (Simpkins), el misionero mormón que siente que llegó a Charlie con una misión, pero que parece no ser lo que dice ser, son dos polos opuestos en donde Aronofsky nos enseña que no hay que juzgar las apariencias sin entender lo profundo de cada ser. Lo que parece ser odio, puede ser miedo, mientras que lo que se muestra como una razón divina puede ser puro egoísmo. Estos personajes navegan cerca de Charlie, cada uno con sus propios ideales, que se convierten en un barco impenetrable donde solo caben ellos, mientras nuestra ballena continúa inmóvil, rendida, pero hermosa, en una especie de cautiverio autoimpuesto, donde lo que naufragaron fueron sus esperanzas, pero sus emociones siguen ahí, pues no deja de querer al mundo que le dio la espalda.

Ty Simpkins da vida a Thomas. Foto: A24

Honestamente, se vuelve extraño hablar tanto de un personaje en una película, pero no nos confundamos: que Brendan Fraser se robe cada segundo de la película no es una coincidencia. La combinación entre la dirección de Aronosfky y el talento innegable del actor rinden un fruto tremendo, que nos permite ver lo que Fraser pudo haber sido, y que esperemos pueda volver a ser. El actor demuestra emotividad detrás de cada palabra, de cada momento en que Charlie está obligado a seguir con la mirada al resto de los personajes que se mueven libremente, con movimientos lentos y dolorosos, o también cuando debe rogar por ayuda. Sink, Chau y Simpkins aportan, dandole material al protagonista para reaccionar, funcionando todos con una sinergia espectacular en esta hermosa y melancólica historia que es acompañada de una hermosa fotografía en el reducido espacio donde habita Charlie y una banda sonora atrevida, dramática y tensa que parece no pertenecer a la película, siendo precisamente esto lo que la hace tan llamativa.

Quizás, el punto que hace que todo funcione es precisamente su simpleza. No es una película pretenciosa ni exagerada, no tiene un gran subtexto ni una trama que debes analizar cuatro veces para entender, tampoco se esconde entre secretos ni capas de mensajes subliminales: es lo que vemos. Está en pantalla, no se llena de explicaciones absurdas, tampoco, ni quiere alejarse de la realidad con exageraciones narrativas como estar llena de silencios o momentos incomprensibles. Al contrario, cada personaje tiene una conexión con la verosimilitud potente, con un lenguaje sincero, actuando como esperaríamos ante la adversidad un hombre como Charlie, una enfermera llena de frustración como Liz, una adolescente llena de resentimiento como Ellie o un joven buscando sentido como Thomas.

Sadie Sink demuestra que está lista para papeles serios en el cine. Foto: A24

Aronofsky lo hizo: llevó a la pantalla grande una historia llena de drama y la contó de forma digna, respetuosa y hermosa. Le entregó a Brendan Fraser un digno renacer en el cine, donde puede entregar la mejor actuación de su carrera (hasta ahora, esperemos), dejó demostrar al resto del elenco que no llegaron ahí por coincidencia, y además probó que su carrera sigue en píe como un director destacado. La combinación de todos los ingredientes da resultado a una melancólica película que aflora emociones y saca lágrimas sin piedad, haciéndonos parte de la vida de Charlie, sin abusar de la intimidad del protagonista ni de humillarlo por vivir con una obesidad extrema. Una obra humana, llena de contrastes y matices, que muestra cómo un hombre puede vivir en cautiverio, alienado por una sociedad llena de odio, ignorancia y discriminación, y cómo su voz puede perderse en un llanto desgarrador que el mundo no comprende: una ballena que ya no nada, por miedo y por tristeza, invisible a pesar de su tamaño, olvidada en el medio del mar.

“…y me sentí todavía más triste cuando leí los aburridos capítulos que eran solo descripciones de ballenas, porque sabía que el autor estaba intentando salvarnos de su propia triste historia, aunque fuera por un rato”.

«La Ballena», Darren Aronofsky

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