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Review «Imperio de Luz»: Una confusa carta de amor al cine

Reparto: Olivia Colman, Micheal Ward, Colin Firth, Toby Jones, Tanya Moodie, Crystal Clarke, Tom Brooke, Hannah Onslow, Adrian McLoughlin, Ashleigh Reynolds

Dirección: Sam Mendes

Género: Romance, Drama

Clasificación: +14

Duración: 1h 59m

Sinopsis: “Una historia de amor ambientada alrededor de un hermoso cine antiguo en la costa sur de Inglaterra, en la década de 1980”. (Filmaffinity)

Hilary (Colman) y Stephen (Ward) encuentran unión en sus muchas diferencias. Foto: 20th Century Studios

La filmografía de Sam Mendes ha sido una sucesión de éxitos y grandes blockbusters que le han valido una buena posición en la industria cinematográfica internacional. Su primera obra como director de cine fue nada más y nada menos que «Belleza Americana» (1999), ganadora del Oscar a Mejor Película en las premiaciones que dieron inicio al nuevo milenio. Reconocimientos que, por supuesto, abrieron cientos de puertas para el británico, quien luego de una triunfal carrera como director de teatro se abrió paso en Hollywood con su talento. De ahí en más, Mendes ha cosechado una sólida carrera como realizador, volviendo constantemente a las temporadas de premios y circuitos de festivales con sus obras.

Luego del éxito que tuvo con «1917» (2019), un frenético drama bélico que transcurre en una sola toma y muestra los horrores de la guerra en tiempo real, Mendes decidió volver a un cine más tradicional y dejarse llevar por esa corriente de directores que buscan homenajear la belleza y la magia del mundo en el que se desenvuelven día a día. «Imperio de Luz», exhibida de manera exclusiva en el cine El Biógrafo de Santiago, es una nueva entrada para esa especie de subgénero que busca dar sentido a las elecciones de vida que han tomado aquellos que se atrevieron a contar historias a través de una cámara, aquél tipo de relato que busca crear poderosos ensayos sobre cómo impactan las películas en la vida de quienes se dejan hipnotizar por las proyecciones en la gran pantalla, así también en la de quienes trabajan arduamente para materializar esas encantadoras historias.

Colman vuelve a demostrar su calidad actoral con este solitario y oscuro personaje. Foto: 20th Century Studios

La película toma lugar a inicios de los años 80’s, en un cine ubicado en la costa británica. Allí conocemos a Hilary, la solitaria y atormentada gerente del lugar, un negocio en decadencia alrededor del que gira toda su vida. La presentación del personaje interpretado por Oliva Colman comienza a dar prometedoras luces sobre el camino que recorrerá la cinta. En una suerte de antítesis respecto a su anterior obra, Mendes opta por introducirnos en la vida de esta mujer a través de planos estáticos, con un montaje sumamente pausado que prontamente va estableciendo una nostálgica atmósfera y que con un sutil juego de la mano del departamento de arte, revela pequeños detalles sobre la psicología del personaje.

Este primer acto es un estudio de personaje que logra surgir con efectividad gracias a la impecable actuación de Colman, quien ya consagrada como una de las mejores actrices de la actualidad, impregna en su personaje una dulzura y timidez que se ve cuestionada por las acciones que ejecuta en su vida fuera del cine. La fotografía del legendario Roger Deakins es otro factor que contribuye al éxito de este primer acto, y es que cada uno de sus planos proyectan un trabajo y una pasión inigualables, siendo cada fotograma un deleite para la retina; maestría visual que se mantiene constante a través de todo el filme y que, lamentablemente, es uno de los pocos elementos consistentes de este.

El cine Empire oculta enredos, historias y secretos de toda clase. Foto: 20th Century Studios

La vida de Hilary da un vuelco cuando un nuevo trabajador llega al cine. Stephen, un energético joven afro-descendiente llega a revolucionar el sitio con su encanto y disposición, llamando rápidamente la atención de la gerente, con la que inicia una particular relación. La calidez y gentileza que Micheal Ward impregna en su personaje son motivo suficiente para dejarse llevar por el llamado a la aventura que le propone a nuestra protagonista. Stephen es el motor que pone en marcha una premisa que parece simple pero funcional, una historia que podría haber recorrido un camino recto y parejo a través de un romance basado en brechas generacionales, raciales y psicológicas, con dos personajes muy diferentes, pero con un sentimiento mutuo de no pertenencia respecto a un mundo exterior cada vez más hostil. Desgraciadamente, en su primera incursión como guionista en solitario, Mendes comienza a tomar demasiados desvíos en su andar, abordando demasiadas temáticas que nunca terminan de ser muy bien exploradas.

‘El que mucho abarca poco aprieta’ es una frase que hemos escuchado en incontables ocasiones y que sirve como un excelente reflejo del principal problema con esta película. Y es que la impecables interpretaciones, la sólida fotografía y el sereno pero impecable montaje no logran cubrir el hecho de que Mendes no sabe exactamente de qué habla su obra. Hay tantas problemáticas sociales, tantos temas que de los que se busca decir algo que , finalmente, no se profundiza demasiado en ninguno. Salud mental, racismo, soledad, infidelidad, abuso de poder, huir de uno mismo; hay tanto de qué hablar en tan solo dos horas que, al final del día, ninguno de los temas mencionados obtiene un desarrollo que pueda describirse como medianamente satisfactorio. Incluso Stephen, con toda una trama alusiva al surgimiento de los skinheads y el racismo aún imperante en la Gran Bretaña del siglo XX, termina sintiéndose como un dispositivo de trama para el desarrollo de Hilary, cuyos severos traumas tampoco pueden ser tomados como un ensayo respecto a la salud mental debido a la dispersión de sucesos azarosos que ocurren a su alrededor. Incluso la tesis central del filme, aquella que posiciona al cine como el mejor escape de los problemas recién mencionados, termina sintiéndose forzada, ya que no parece calzar demasiado con el resto de las propuestas que toman y dejan el centro del escenario.

A pesar de que la tormenta de ideas puede ser abrumadora, el romance que se da entre Hilary y Stephen resulta más que genuino, y es lo que logra, de vez en cuando, devolver a la película al camino que debería estar siguiendo. Las interacciones que se producen gracias a la increíble química entre ambos actores son un cable a tierra que nos ayuda a seguir interesados y conmovidos, a pesar de lo abrumadoramente dispersa que pueda estar la historia. El cómo este microuniverso de personajes que trabajan en el cine Empire se mueve alrededor de la peculiar pareja, es uno de los puntos más fuertes narrativamente hablando.

El asombroso trabajo de fotografía de Deakins le ha valido una nueva nominación a los Oscar. Foto: 20th Century Studios

«Imperio de Luz» tenía potencial para ser una maravillosa carta de amor al cine por parte de Sam Mendes, pero terminó siendo una experiencia un poco frustrante, al ver que todos los elementos que brillan con maestría en su propuesta se ven opacados por un confundido guion. Ni las conmovedoras y poderosas interpretaciones de leyendas como Olivia Colman y Toby Jones, la excelente fotografía del legendario Roger Deakins o el impecable trabajo de sonido y arte que impregnaron esta obra de una prístina atmósfera melancólica y solitaria, lograron ocultar el hecho de Mendes no sabe hacia dónde debe guiar su historia.

Intentar darle demasiados matices a una historia que podía sostenerse sola fue lo que acabó quitándole magia a la propuesta. Ciertamente tiene sus momentos, hay numerosas reflexiones e interacciones que logran mover algo dentro del espectador y verla en la pantalla grande es un deleite para quien aprecie una buena fotografía, pero como un conjunto de escenas y sucesiones casi azarosas, el resultado final es solo un collage de ideas que no siempre se encuentran unas con otras.

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