Reparto: Adam Driver, Ariana Greenblatt, Chloe Coleman, Nika Williams

Luego de casi diez años de colaboración, Scott Beck y Bryan Woods vieron un cambio positivo en el curso de sus carreras al triunfar como los escritores de «Un Lugar en Silencio», una de las películas de ciencia ficción y horror más alabadas de la década pasada. El dúo de escritores y directores, que hasta el momento sólo había participado de cortometrajes y películas de bajo presupuesto, se vio rápidamente envuelto en la creación de un proyecto propio. «65: Al Borde de la Extinción», que llegó este jueves 16 de marzo a las salas de cine, es la nueva propuesta en la filmografía de Beck y Woods, quienes además de desarrollar la historia en el papel, asumen por primera vez el rol de directores en una película de relativo alto presupuesto.
La historia se sitúa 65 millones de años atrás en el planeta Somaris, un sitio habitado por avanzados seres humanoides. En Somaris conocemos a Mills (Driver), un padre de familia dedicado al negocio de los viajes intergalácticos, un trabajo que le priva de pasar tiempo con los suyos, pero que le ayuda a costear la grave enfermedad que enfrenta su hija, con quien tiene una especial relación. El primer acto de la película transcurre de manera expedita, en tan solo un par de escenas los directores logran poner sobre la mesa el objetivo, los obstáculos y los riesgos que conlleva la siguiente misión de este piloto; la rápida fluidez de la historia puede verse como una fortaleza a la hora de entrar rápidamente en el conflicto central, y el espectador se ve inmerso en la aventura sin tener que esperar demasiado. Sin embargo, al mismo tiempo esto hace que se pierda la oportunidad de desarrollar el universo dramático en que ocurre la película. Al final del día, el público acaba yéndose a casa con poco conocimiento alrededor de cómo funciona Somaris y el resto de los planetas habitados en la galaxia. La falta de información al respecto hace ver a esta civilización como una de las más aburridas que se haya visto en la ciencia ficción reciente.

La misión de Mills resulta en fracaso cuando un cinturón de asteroides no identificado impacta su nave, teniendo un aterrizaje de emergencia en un prehistórico planeta Tierra. Allí descubrirá que todos los tripulantes de su misión han muerto, excepto por Koa (Greenblatt), una pequeña que no domina su mismo idioma y que, de cierto modo, le recuerda a su propia hija, motor suficiente para impulsar urgencia a la hora de encontrar una solución a su situación de náufragos. De aquí en adelante todo se concentra en seguir los pasos de Mills y Koa a través del planeta, a la vez que se enfrentan contra la temible especie que dominaba la Tierra hace millones de años: los dinosaurios.
Humanos contra dinosaurios suena como una premisa increíble para una película de ciencia ficción, sobre todo si estos humanos provienen de un planeta futurista y pueden dar batalla a estos colosos con una tecnología de alto nivel. De manera un poco decepcionante, los enfrentamientos y la tensión alrededor de estos enemigos se disipa rápidamente cuando caen en el pozo de la repetición y la formula. Llega un punto en el viaje del protagonista donde ya se comienza a percibir un patrón respecto a cuándo y de qué forma se desarrollará cada uno de sus enfrentamientos con estos seres que, dicho sea de paso, no han sido recreados de manera muy precisa en relación a las descripciones brindadas por la ciencia, lo que puede sacar ronchas en los aficionados al mundo de los dinosaurios. Debido a la reiteración, los constantes jumpscares y el modo en que las amenazas van surgiendo a medida que los protagonistas se internan en los bosques, es que la estructura narrativa de la historia es más reminiscente a la de un videojuego que a la de una película.

Con tan pocos personajes en juego, uno podría esperar dos caminos. El primero se dirige a una película de supervivencia pura y dura, donde todo el foco se encuentre en el escape, en la urgencia y el sortear enemigos hasta llegar a campo seguro. El segundo apunta a una historia de protección, donde el fuerte sea la exploración de la relación entre Mills y Koa, se le dé tiempo a ese paralelismo establecido con la hija que tuvo que dejar en casa para cumplir la misión y se abarque cómo el sentido de protección sigue vigente a pesar de que está ante una completa desconocida con la que ni siquiera puede establecer diálogo. Lamentablemente, los dos caminos se entremezclan en un metraje que no tiene la suficiente extensión como para permitir el correcto desarrollo de ambos, acabando en una misión de supervivencia con personajes que demuestran atisbos de tridimensionalidad, pero que no logran ser efectivamente explorados. Hay ciertas decisiones creativas que resultan cuestionables y que truncan lo que pudo haber sido una historia sólida, por ejemplo, que Koa y Millis hablen idiomas distintos. Que no puedan comunicarse en todo su viaje podría haber sido un concepto interesante para una película de mayor extensión, pero cuando el tiempo apremia y la oportunidad de desarrollar personajes que conecten con el público depende de pocos minutos, lo mejor hubiese sido ahorrar tiempo y lograr que ambos se puedan comunicar directamente para establecer una mejor relación. Se entienden las intenciones de los directores, pero demasiada ambición para un tiempo de exhibición tan corto les jugó en contra.
Ahora bien, la película tiene varios puntos a favor que quedan un poco opacados debido a recién expuestos. Y es que a pesar del bajo desarrollo respecto a su personaje, Adam Driver demuestra, una vez más, tener una fuerte presencia en pantalla, regresando a los grandes blockbusters de acción luego de años de roles en películas con un enfoque más artístico y festivalero. Quizás su química con el personaje de la talentosa Ariana Greenblatt no funcione demasiado debido a la barrera idiomática impuesta de manera casi azarosa por el guion, pero ambos triunfan dentro de la historia y logran ganarse cierta simpatía de un público que desconoce casi todo sobre ellos. Por otra parte, los efectos visuales mezclados con las hermosas locaciones escogidas para el rodaje son un deleite visual que impulsa el sentido de aventura y vuelve mucho más orgánico este viaje. La Tierra prehistórica se siente genuina, y aunque no todos sus conflictos parezcan convincentes, la atmósfera tiene algo que cautivará a cierto público que solo busca pasar un buen rato.

«65: Al Borde de la Extinción» no es lo suficientemente innovadora, ni construye un universo narrativo lo suficientemente interesante y rico como para ser considerada una propuesta sólida dentro del mundo de la ciencia ficción; pero tampoco puede ser considerada una película aburrida debido a las excelentes escenas de acción y los increíbles efectos visuales que presenta su aventura. La nueva apuesta del dúo Beck y Woods se queda en un punto medio, una historia de supervivencia que logra mantener cierto interés por parte del espectador pero que no logra conectar de ninguna otra manera que no sea a través de los combates y las bestias. Hay ciertos intentos por dar algunas capas de profundidad, pero la falta de tiempo y algunas decisiones echaron abajo lo que pudo ser el triunfal retorno de esos blockbusters de ciencia ficción, acción y fantasía que dominaban la taquilla antes de la llegada de los superhéroes.