Desde el 18 hasta el 25 de agosto se realizó la versión 20 de Santiago Festival Internacional de Cine (Sanfic). A propósito del aniversario, este año se organizó una programación especial que incluyó casi 100 películas en exhibición. Una de ellas fue Directoras en foco, que, de acuerdo a lo publicado por Sanfic, “reconoce y visibiliza el talento cinematográfico de realizadoras de todo el mundo”; incluyendo en la sección filmes de Alemania, Costa Rica, Uruguay, Chile y Argentina. En esta se estuvo la ópera prima de Luz Orlando Brennan, «La estrella que perdí» (Argentina, 2024).
Sanfic se ha convertido en una de las instancias cinematográficas más importantes de Latinoamérica. Desde hace dos décadas ha sido un espacio para que cineastas y personalidades de la industria se den a conocer en el área, logrando en algunos casos reconocimiento internacional. Un ejemplo de lo anterior es el de la dos veces nominada al Oscar Maite Alberdi, quien estrenó su ópera prima del cortometraje en las primeras versiones, aún siendo estudiante.
En conversación con Demencia Media, la directora se refirió a su paso por el festival, las temáticas que aborda en su película, la situación cultural de Argentina, su relación con el feminismo y las dificultades que las mujeres siguen encontrando al ingresar a la industria cinematográfica.
¿Cómo fue el salto del guion a la dirección en «La estrella que perdí»?
–Siempre quise ser escritora, de ahí salté al guion enfocándome en la técnica. Cuando yo me especialicé era muy difícil encontrar lugares dentro de la academia que se dedicaran solamente a la escritura a partir de la práctica, no solo desde la teoría; ahora hay muchos lugares más.
Tuve la suerte de entrar a Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), la escuela del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), que hoy lamentablemente está a punto de desaparecer por las políticas culturales que está aplicando el gobierno de Milei. Ahí estuve contacto con directores y noté que eventualmente también me gustaría estar en ese otro rol, fue todo bastante orgánico, pero no era algo que había pensado desde mucho antes.
También estudiaste actuación, ¿Cómo aporta eso a tu rol actual?
–Creo que en el set hay constantemente una situación de caos. Muchas veces se generan ambientes de tensión, que no logran abrir ni disponer el espacio para seguir avanzando, y creo que muchas veces eso ocurre porque en las escuelas de cine no incluyen espacio a la improvisación, al juego, al azar del momento. Me formé como actriz, no tanto por querer ejercer de eso, sino que para tomar esas herramientas y aplicarlas a mi trabajo como guionista y ahora también como directora. Finalmente en el set uno usa el cuerpo, hay que estar ahí de manera completa.
El apoyo de las mujeres
Luz Orlando participó de la charla Directoras en foco, junto a Caro Bloj, Rocío García Morales y Maite Alberdi. En esta, las directoras agradecían la existencia de esos espacios para conversar con otras mujeres del rubro, y al mismo tiempo, compartían que muchas veces esas instancias no son suficientes ni logran generar un cambio real en la industria del cine.
¿Crees que estas charlas son importantes?
–Instancias como la de Directoras en foco para mí son fundamentales. Al estar recién con mi ópera prima estas instancias me abren el camino para conocer a otras directoras, de otros países, para conocer otras visiones.
Dentro de la mirada feminista y del feminismo, hay muchas lecturas y creo que eso lo vuelve aún más interesante, y la verdad hay pocos espacios en donde nos podemos poner en contacto y realmente pensar estas temáticas, que son invaluables. Es fundamental que las mujeres nos sentemos a hablar de lo que hacemos y pensamos, de cómo estamos trabajando para seguir recuperando espacios.
¿Cómo se podría mejorar la desigualdad, en cuanto a presencia de las mujeres, en la industria del cine?
–Creo que la disparidad se mejora siendo mentoras de otras mujeres, ayudándonos entre nosotras. Abriendo nuestra agenda, nuestra disponibilidad y nuestro conocimiento. Cuando empecé en el cine, la agenda feminista no estaba tan notoria como en este momento, pero de todas maneras, fueron las mujeres las que me ayudaron a crecer en mi carrera, hubo hombres, sí, pero realmente encontré más sintonía con mujeres.
Creo también que más allá de luchar por políticas culturales, estatales o públicas, es muy importante lo que hacemos desde lo privado, desde lo íntimo. Cómo ayudamos a otras mujeres, directoras, guionistas, montajistas, directoras de fotografía; repensar cómo dar lugar a esa nueva generación y abrir camino.
¿Consideras que «La estrella que perdí» y tu cine en general es feminista?
–Siendo mujer, que vivió determinadas circunstancias históricas, es casi inevitable que una haga cine y que no sea feminista. Sabemos que hay otras mujeres que por ahí tienen una posición más patriarcal sobre la vida, pero en líneas generales creo que cualquier directora que toma la cámara ya toma una posición feminista, al dirigir, al ocupar ese lugar, al llegar a esas posiciones, nada de eso se logra sin el feminismo detrás.
La importancia de la buena representación en «La estrella que perdí»
La sinopsis de «La estrella que perdí» (2024) de IMDb dice: “A lo largo de su vida, la gran actriz Norma Reyes –Mirta Busnelli– (76) aceptó desempeñar todo tipo de papeles, excepto el de ser la madre perfecta”. La cinta realiza una importante crítica respecto a cómo se representa a las mujeres mayores en distintos productos artísticos; también explora los distintos roles impuestos que las mujeres van atravesando a través de la vida.
¿Desde dónde surge el interés por cuestionar la representación?
–En el caso de «La estrella que perdí», me llamó la atención el personaje principal, que es una actriz que ya tiene más de 70 años, que es una gran actriz y sigue teniendo vitalidad en su día a día, pero le empiezan a dar papeles de ancianas que no la representan. Vemos tantas imágenes similares en el cine, en el teatro, que nos acostumbramos a ver a esas mujeres y de esa manera. Es por eso que hay que construir un nuevo imaginario para que surja nuevamente la imaginación y se pueda crear una proyección más realista de esos lugares y personas. Me parece muy interesante esto de pensarnos como creadoras de imágenes, responsables de lo que la gente verá después en el cine.
¿El guion siempre se pensó con esta idea de cambio de paradigma sobre las mujeres y sus edades?
–El guion de esta obra se escribió rompiendo incluso mis propios prejuicios. Normalmente pasa que la primera vez que se escribe el guion se hace un poco desde el prejuicio previo, de lo cultural que tienes incorporado; luego lo empiezas a repensar y es ahí cuando ves más posibilidades para los personajes y para la historia. Se va indagando, rompiendo moldes. En la película, Norma hace muchas cosas un poco fuera de lo común, podríamos decir: se encuentra con un ex amor, tiene una relación sexual, experimenta con algunas drogas, eso es algo impensado muchas veces en personas de su edad, pero es porque no se representa, no porque no pase. Hay que incorporar estas nuevas imágenes para romper los prejuicios.
Y esto de los moldes tiene mucho que ver con la edad.
–Sí. Es más fácil quizás romper el molde cuando alguien es joven. Pero cuando van envejeciendo es como si se les permitiera menos. Ese juego, esa experimentación que hacemos en la película entonces me divirtió mucho. Una actriz tan grande como Mirta Busnelli, una bestia actoral, permite todo tipo de representaciones y abanicos. Su personaje va pasando por todos los moldes: primero como la mujer estrella, que fue el rol que le asignó la sociedad; luego el de la gran madre, la buena y la mala, también la actriz egocéntrica.
La película no solamente explora esta capacidad de Norma de romper el molde, sino que también muestra cómo la sociedad nos impide y nos limita cada vez que las mujeres queremos salir y conquistar nuestras carreras. Siempre se le recrimina, se cuestiona si están siendo buenas madres o no. Las mujeres quedamos como desintegradas, es como si ser madre y profesional fueran polos opuestos. Creo que estas nuevas generaciones están tratando justamente de equilibrar esos dos polos.
El personaje de la madre en «La estrella que perdí»
La película está protagonizada por Mirta Busnelli y Ana Pauls, madre e hija en la vida real. En la ficción interpretan a personajes en momentos complejos de la vida: la madre envejeció y ya no es considerada la estrella actoral que fue durante toda su carrera; mientras que la hija quiere salir del esquema estructurado de su madre, casarse e irse de la casa. Las tensiones y la comprensión mutua son clave para mantener en pie esta relación que va mutando.
¿Cómo fue trabajar con estas actrices, considerando los tipos de personaje?
–Ambas pudieron construir una burbuja muy delicada y de mucho amor. Desde la actuación y revisando por supuesto el proyecto, pudieron investigar el vínculo juntas; para mí fue como un laboratorio de experimentación. Y creo que también así lo sintieron ellas.
Ana hizo un trabajo increíble, que también puede ser un ejercicio de introspección, mezclando un poco las vivencias con lo que estaba escrito en el guion; fuimos jugando con eso. En el rodaje todos se exponen mucho, se corre, el límite se intenta traspasar siempre. Es una gracia ver a esas personas actuar, yo me quedaba siempre maravillada como una niña frente al monitor cada vez que actuaba Mirta.
Las políticas culturas de Milei y el cine en Argentina
Desde que Javier Milei asumió como presidente de Argentina, en diciembre del año pasado, muchas cosas han cambiado en el país vecino. En un intento por mejorar la economía a nivel nacional, implementó una serie de medidas, que entre otras cosas, disminuyeron casi en su totalidad el financiamiento de las culturas, a raíz de la eliminación del Ministerio de Cultura.
Ya ha pasado más de medio año desde que se implementaron varias de las medidas del gobierno de Milei, ¿cómo se posiciona, desde tu perspectiva, la industria cultural hoy?
–Todas las personas que nos dedicamos a la cultura en Argentina lo estamos viviendo con mucha tristeza. Estamos uniéndonos para tratar de evitar este colapso, está muy difícil la situación. Esta película se hizo gracias al apoyo del Incaa y soy egresada del Enerc, entonces por esa combinación siento que esta película fue posible gracias al apoyo estatal, de las políticas culturales.
¿Y sobre el apoyo económico?
–Está completamente inactivo. El gobierno de Milei puso en pausa todos los subsidios culturales. Parece que se darán un par pero con condiciones imposibles y ridículas: con el financiamiento luego de que se estrene la película y dependiendo de cómo le vaya en taquilla. No se toma en consideración que gran parte del éxito tiene que ver con la publicidad y eso es más inversión. Estaríamos absolutamente en desventaja con otros niveles de películas, con los tanques norteamericanos, por ejemplo, que invierten mucho en publicidad.
También se retiró la cuota de pantalla, una política que implicaba que sí o sí los cines tenían que pasar alguna película argentina durante un tiempo, por lo menos una semana y ahora eso quedó también eliminado. Es una competencia muy desleal. Esto no solamente es una locura, sino que además es no vivir los tiempos actuales, es algo completamente retrógrado, cuando hay que pensar en cómo está funcionando la industria hoy, que también se está pasando mucho a las plataformas, las personas ya no están yendo al cine, a nivel global. Estas nuevas políticas no toman en cuenta nada de eso, solo harán que sigamos yendo hacía atrás.
Sabemos que la creación de cine no se ha detenido. ¿Cómo se posicionan frente a las medidas establecidas?
–Hoy estamos muy lejos de hacer cine con apoyo estatal, algo que sí podíamos hacer antes. Toda la industria del cine está unida y está en movimiento, en constante lucha contra estas políticas, pero la verdad es que hay mucha desesperanza. De todas maneras hemos planteado que seguiremos filmando bajo las condiciones que sean, saldremos con cámara de forma independiente, a pesar de lo difícil que es hacer cine de esa manera.
Estas políticas crearán y están creando mucha desigualdad. Hay gente que tiene los recursos económicos y podrá seguir haciendo sus películas. Están desbaratando toda una industria cinematográfica establecida; años y años de especializar a técnicos que trabajan no solo en el cine, también en la publicidad y en otras áreas.
La industria del cine, además, ha demostrado que lo que se invierte en las películas se multiplica por dos, son industrias que realmente funcionan y cuando se les subsidia no es que sea una pérdida para el Estado. Por el momento estamos en alerta y en lucha. El futuro no se ve muy promisorio.
Retroceso en los avances feministas
Junto con la eliminación del Ministerio de Cultura, Milei también eliminó el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, a poco más de cuatro años de su creación durante el gobierno de Alberto Fernández.
Siendo feminista, ¿cómo se vive esta situación en Argentina?
–El gobierno de Milei está atacando fundamentalmente a la cultura y al movimiento feminista, que fueron bastiones durante los últimos 20 años y que promovieron la diversidad y la integración social. En este momento es muy desolador vivir el retroceso. Esto se siente también como un poco inesperado; siempre se piensa que el progreso es hacia adelante. Nos pasó que pudimos aprobar el aborto, nos costó tanto pelearla y de pronto vemos que eso peligra, tal como pasó en Estados Unidos. Cuesta entender que a veces estos procesos pueden ir hacia atrás tan rápidamente, que siempre hay que estar defendiendo las posiciones.
Y sí, es un gobierno que va en contra del feminismo, y obviamente como mujeres nos sentimos muy atacadas. Pero hay espacios, hay comunidad y creo firmemente que la vida es cíclica, entendemos que esto va a pasar y que hay que resistir.