El director y guionista británico Jonathan Glazer regresa a cines diez años después de su último proyecto, «Under de Skin», con una de las adaptaciones más audaces y decidoras, dentro de su propia narrativa, que la industria internacional ha visto hace bastante tiempo: «Zona de Interés», nominada a 5 premios Óscar.
El holocausto en el cine es uno de los acontecimientos históricos tratados con más delicadeza a nivel argumental. Generalmente planteadas desde la perspectiva de los judíos, las historias sobre este genocidio sirven como homenaje a la memoria de millones de personas asesinadas.
Es por esto que la propuesta de Glazer representa un auténtico sismo dentro de la industria. Desde la novela homónima escrita por Martin Amis, «Zona de Interés» se refiere a este acontecimiento desde una perspectiva bastante particular: la de los nazis.
Una familia nazi asentada en lo convencional
Al otro lado de las paredes de un campo de concentración, la familia alemana Höss vive sus días en una convencionalidad absoluta. Mientras el comandante Rudolf, padre de la familia, participa del asesinato de miles de judíos elaborando nuevas formas de ‘productividad’ para el recinto asignado a su mando, el resto de sus parientes desarrolla una rutina de lo más corriente.
Es en esta habitualidad que «Zona de Interés» encuentra su centro. El filme transcurre entre reuniones sociales de la familia, días de piscina y reuniones que parecen ser irrelevante. Sin embargo, el telón de fondo esconde las mayores atrocidades cometidas por el ser humano.
El crimen de lo habitual
El guion de Glazer construye una suerte de burbuja con filtraciones. En la tranquilidad del día a día de los Höss, se inmiscuyen gritos desesperados y disparos constantes desde el campo de concentración. En ese sentido, la atención al sonido y los detalles es fundamental para comprender lo que es verdaderamente importante para la película.
Muchas de sus postales hogareñas esconden elementos atroces del holocausto, como los grandes hornos y cámaras de gas encendidas las 24 horas del día como algo ‘normal’. Aquí, todo es presentado desde la seguridad de un hogar ordinario.
Narrativa distante
La sutileza que la historia decide abrazar puede llegar a parecer desesperante, y este punto es clave para la relación que el filme establece con la audiencia. Muchos se verán atraídos por el auténtico silencio que emana, aunque también puede jugar una mala pasada en el sentido de la distancia que genera su propio argumento.
«Zona de Interés» es, per se, una historia que se observa de lejos, nadie quiere pasar casi dos horas tan cerca de los nazis. Sin embargo, su propuesta es lo suficientemente demandante como para desconectar a un público habituado a producciones más comerciales, alejándose de la noción de un cine más autoral que pueda cerrar brechas.
La película está confeccionada para una audiencia muy particular, y esto no es un problema, pero sí un factor a considerar al momento de verla. Desde una convencionalidad asfixiante, el guion plantea una reflexión que nunca deja de ser necesaria, e innova en sus formas para lograr un producto osado y muy determinado.
Para «Zona de Interés», no hay nada más subversivo que lo banal. La película de Jonathan Glazer se establece como un grito ahogado desde el silencio total, inaudible para sus protagonistas, inmersos en la rutina de una vida como la de cualquiera. Llena de planos que horrorizan desde lo cotidiano, la cinta compensa su calma con un mensaje siempre necesario y capaz de resonar en cualquier espectador.